Gabriela Bilbao

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Dejemos que el lobo hable.
Dejemos que nos muestre que de a ratos no parece lobo.
Dejemos que orgulloso mencione a sus lobitos,
dejemos que se emocione con aquella canción,
dejemos que nos explique cómo conoció a su loba.
Dejemos que el lobo hable.
Dejemos que nos muestre que de a ratos no parece lobo.
Dejemos que de su boca salgan palabras amables,
dejemos que beba de nuestro vino,
dejemos que coma en nuestra mesa,
dejemos que ría con nosotros.
Dejemos que el lobo hable.
Dejemos que de a ratos no parezca lobo.
Dejemos que nos cuente de sus juegos infantiles,
dejemos que enumere sus fracasos escolares,
dejemos que recuerde el día de su graduación.
Dejemos que nos muestre que, de a ratos, parece hombre.
Pero dejemos que hable.
Pero dejemos que sepa que tenemos memoria.
Sabemos que muerde.
Sabemos que acecha.
Sabemos que desgarra.
Mata. Sabemos que mata.
Dejemos que hable.
Dejemos que sus palabras se diluyan.
Dejemos que crea que le creemos.
Porque de a ratos será lobo, será hombre, será lobo…
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